Una capa color árbol, que llama a abrazos tan profundos como lagos; grandes ojos, ventanas a recuerdos de historias no vividas pero conocidas; piel curtida que resguarda el verano y el invierno, en coraza protectora de la luz y la oscuridad, del día y la noche: Su propia corteza. Huellas azules del cielo y del océano. Líneas amarillas llueven en su rostro, como rayos de sol, energía que la trasvasa. Y una blanca redondez se deja ver siempre en algún lugar casi escondido.

Según quien la vea cambia un poco su apariencia, por lo que no se sabe su edad, si tiene edad o tiempo, si es todas las edades todas ellas, si es solo una o la femineidad toda del bosque. Se asemeja bastante a los ojos de quien la mira, en evidente espejo de personalidades que han de descubrir algo que quizás no sepan hasta muchos años después de verla.

ELLA es una y muchas a la vez, es todas y única también. Como una guerrera anacrónica, o del Tiempo absoluto, se aparece en verde capa, con su cara oscurecida dentro de la capucha que la cobija como un nido, resguardando esos ojos luz. Con pies descalzos enraizados con la tierra, con manos sinceras y cabellos sueltos.