Recorro y escucho silencios de otros sonidos: habla el suelo húmedo con cada paso, la sombra de las nubes en las montañas, las olas de la orilla, el dibujo de un rio apagado por el grito del sol.

Voy andando entre mares y neblinas, entre lluvias y sus charcos. El agua me guía sin dejar huella: una imagen liquida se va gestando y aún no la distingo. Se derrite apenas la miro, me chorrea entre los dedos, se me escapa, flota muy lentamente mientras se aleja hasta rebalsar en cantidad de paisajes resignificados.

Al callar veo en nebuloso recuerdo, otro paisaje, aquello que ve el agua. 

En la quietud del vacío emergen por un momento todos mis paisajes posibles y me reflejo en la superficie de lugares e instantes diversos que se aúnan en una sola naturaleza espesa. Capas y capas de tiempos y espacios que guardo, viajes de entornos verdes desconocidos o momentos de escape que ablandan la rutina de la ciudad que camino.

Lo que ve el Agua funde paisajes en una meditación compartida para hablar directo al pensamiento: fotos, collages y videos de aquellos espacios que habitan sumergidos; aquello que no se ve con la primera mirada.