Transmutar. Volvernos cosa y casa. La casa vuelta cuerpo.
En soledad, ante la ausencia de otro individuo con quien conversar, se hace presente eso que aún se llama silencio. El vacío. Ante la pérdida del lenguaje oral y su musicalidad, los sonidos-ruidos y los objetos se humanizan, se vuelven un alter ego con el cual dialogar. O bien uno se deshumaniza en mímesis con lo objetual y con el aire que posibilita el sonido: somos capaces de despojarnos del cuerpo y percibir aún más. En una especie de simbiosis individuo y entorno comienzan entenderse de otro modo.
Esta obra pone en evidencia la relación que se genera entre quien vive solo y su casa. Un diálogo silente que surge del vacío. De un modo sinestésico se invita a escuchar los materiales y mirar los sonidos para ser parte de ese dialecto universal que trasvasa lo humano, objetual y animal.
Será cuestión de empezar a captar las energías que hacen que eso que aparenta no tener vida, o los pájaros, o los humanos, podamos entendernos superando orígenes, materialidades, capacidades para comunicarnos en un dialecto universal.